(Y esta es la Ăşltima vez que me abro asĂ)
Bubu,
No sé si esto es una carta, una confesión o simplemente un intento desesperado por no explotar.
Pero algo dentro de mĂ necesitaba hablarte.
Aunque sea asĂ, escribiendo. Aunque no me respondas. Aunque ya no te importe.
Porque llevo semanas —meses, incluso— sintiéndome en una relación que no existe.
En un limbo emocional que solo yo parezco habitar.
Y me estoy cansando. Me estoy rompiendo.
Y tĂş, mientras tanto, pareces estar perfectamente bien.
A veces pienso que sĂ, que te encanta estar conmigo.
Que hay momentos en los que te brillan los ojos y pareces olvidarte del mundo.
Pero otras veces siento que soy solo tu plan B.
La opciĂłn cĂłmoda.
La que está ahà cuando los demás fallan.
Y eso duele, Bubu.
Duele más de lo que me atrevà a admitir.
Y entonces está ella…
Y no es solo lo que hacéis,
es lo que yo me imagino cuando desapareces.
Cuando no contestas. Cuando me dices que no puedes quedar.
Y mi mente se llena de imágenes que me matan:
ustedes bailando, riendo, brindando, rozándose con esa confianza que yo creà que era nuestra.
Y yo, mientras tanto, fingiendo que no pasa nada.
Tragándome todo para no parecer dramática.
Para no espantarte.
Para no perderte… aunque en el fondo, ya te estĂ© perdiendo cada dĂa un poco más.
Me dices que somos amigos.
Y yo intento creértelo.
Pero luego me tocas, me rozas, me miras como si lo nuestro fuera otra cosa.
Y yo me dejo.
Porque todavĂa no sĂ© cĂłmo soltar lo que nunca empezĂł.
Porque una parte de mà aún espera que te des la vuelta…
que me agarres de la cintura…
y me beses.
Como si el mundo no importara.
Como si por fin, por un instante, me eligieras.
Y sĂ,
me aferro.
Me aferro a las cartas astrales que parecĂan decir que estábamos destinados.
A cada lectura donde éramos compatibles, fuego y aire, impulso y contención.
Me aferro a esa idea loca de que tĂş y yo juntos serĂamos un equipo increĂble,
aunque tĂş nunca lo hayas intentado.
Me aferro a esa foto —sĂ, esa que voy a compartir—
porque fue ahà donde me enamoré de ti.
Donde vi algo en tus ojos que no sé si fue real,
pero me hizo creer que te abrĂas a mĂ.
Y aĂşn asĂ…
muy dentro de mà sé que estás tranquilo sabiendo que esto se está cerrando.
Que te alivia mi silencio.
Que te da paz saber que yo me estoy rindiendo,
porque asĂ tĂş no tienes que hacer nada.
Ni decidir.
Ni elegir.
Ni enfrentarte a la posibilidad de sentir algo verdadero.
Pero yo no estoy libre.
Yo me quedé con todo esto dentro.
Con las preguntas que no te hice,
con las veces que me mordĂ las ganas de abrazarte,
con las cenas que no sucedieron,
con los planes que me inventé sola,
con los besos que imaginé mientras tú estabas en otro lado.
Y me canso, Ali.
Me canso de sostener esto yo sola.
De hacer como si no pasara nada.
De esperarte sin que tĂş siquiera sepas si vas a volver.
Si me quieres, ven a buscarme.
Y si no… déjame ir.
No lo digo con rencor.
Lo digo con amor propio.
Con cansancio.
Con dignidad.
Porque no puedo seguir apostando por algo que no se mueve, que no avanza, que me deja atrás.
He estado mucho tiempo pensando en hablarte para cerrar todo esto.
Pero siempre me frenaba el miedo.
El miedo a hacerte sentir mal.
A que pienses que soy demasiado intensa.
A que me digas que “no era para tanto”.
Asà que callé.
Y mientras cuidaba tu calma…
yo me rompĂa en pedazos.
Y si me preguntas qué es lo más bonito que he hecho por amor…
Esperar.
Hubiera esperado.
Si tan solo me hubieras dicho que valĂa la pena hacerlo.
Pero ahora lo sé:
me estaba quedando sola en algo que ya solo existĂa en mĂ.
Me hablaba a mĂ misma, me convencĂa, me sostenĂa…
pero tĂş ya te habĂas ido hace tiempo.
Solo que yo no querĂa verlo.
Me retiro, Ali.
No por falta de amor.
No porque no duela.
Me retiro porque he aprendido a soltar lo que me rompe,
aunque todavĂa lo ame.
Con amor. Con respeto. Con todo lo que fui capaz de darte.
Pero me retiro.
Porque quedarme…
me duele más que irme.
Y por cierto —porque ya no tengo nada que perder—:
eres un idiota.
Uno que tuvo algo bonito entre las manos…
y lo dejĂł ir.